Sé que no soy, ni mucho menos, la mejor novia del mundo. No soy ni la más perfecta, ni la más atenta, ni la más guapa, aunque tú me digas que soy preciosa y la más bonita de todas... Sé que no soy ninguna de esas cosas y que no las seré nunca, pero a pesar de mis innumerables defectos, lo único que te puedo asegurar con todo mi alma y mi corazón, es que te quiero más que a nada. Te quiero como no he querido a nadie nunca.
Antes yo, era la típica chica que pasaba de todos y de todas, había días en los que pensaba que no había nada que valiese la pena en esta vida, no me importaba nada en absoluto, y sobre todo, no era capaz, ni me veía capaz, de querer de verdad nunca a nadie, era algo que estaba totalmente fuera de mi alcance.
Llegó un punto en el que no quería estar con nadie, "¿Para qué?" me preguntaba cada vez que lo pensaba, lo único que quería era ser libre, hacer lo que me diese la gana en el momento que a mí, me diese la gana, no depender, nunca jamás, emocionalmente de alguien, más o menos lo que viene a ser, estar sin ataduras.
Pero ya ves, las ideas cambian demasiado. Porque un día te conocí, "Es mono y simpático" pensé, sin llegar a pensar por un momento que tú, justamente tú, fueses la única persona en este planeta que pudiese cambiar esa forma tan absurda de pensar.
Hay momentos en los que una parte de mí lo piensa "¿Pero qué me ha pasado? ¿Dónde está esa absurda libertad que sentía cada segundo que pasaba?" Pero la otra parte, más grande y más fuerte, sabe perfectamente que no sería capaz de vivir sin tu sonrisa, esa sonrisa que tienes a todas horas; sin tus boberias, que provocan que no pare de reirme ni un segundo; o sin tus maravillosos y perfectos besos y abrazos.
Y es que en cierto modo, me da igual, me da exactamente igual estar o no atada a alguien. Me da igual mientras sea contigo y nada más que contigo.